Cuando la nota de prensa no es el objetivo es la consecuencia
Tres fases reales (y un error común) al lanzar proyectos de innovación y dinamización local
PROYECTOS


Hoy voy a hablar de una estrategia que no está en los libros. Una que he ido aprendiendo con los años, conversando con socios, amigos y clientes. Es una técnica que aplico —y veo funcionar— en distintos ámbitos donde me muevo: desde proyectos de dinamización de economía local, hasta innovación abierta con Neuromobile o mentorías con startups en programas como Incoova.
La mayoría de los proyectos de revitalización —comercio local, turismo, intraemprendimiento... da igual el ámbito— fracasan por intentar llegar a todos antes de haber llegado bien a alguien. Mala señal cuando todo parte de una nota de prensa antes que de un prototipo. A fuerza de escuchar más que opinar, esta estrategia se fue colando en mi manera de pensar.
Fase 1: Empezar bien un proyecto de innovación (la gota malaya)
Empezar poco a poco. Con los elegidos. Con los seres de luz.
Sí, con unos pocos. Pero bien seleccionados: comprometidos, influyentes, con ganas de probar. No hace falta lanzar el proyecto al universo: hay que calar. Ser constantes, no espectaculares. Tener objetivos claros y no dispersarse con cada moda o sugerencia externa.En las mentorías que realizo con startups, siempre insisto en lo mismo: no necesitas 100 usuarios, necesitas 10 que te den feedback real y se impliquen. Validar no es impresionar, es aprender
Fase 2: Cómo se expanden los buenos proyectos (la mancha de aceite)
Cuando los resultados se ven, se cuentan. Y lo que se cuenta, se contagia.
Esto no es viralidad de TikTok. Es consistencia.
La mancha de aceite crece despacio, de forma irregular, se para, más gota malaya. La gente se suma porque ve impacto, no porque les hemos prometido un logo en el cartel. En algunos proyectos de innovación urbana en los que he trabajado, esa segunda capa de adopción ha venido sola... porque los primeros casos de uso eran potentes y visibles.
Este es el momento de reforzar, de cuidar a los primeros, de adaptar el modelo. Lo bueno: el proyecto empieza a tener vida propia.
Fase 3: ¿Café con leche para todos? Ni de coña
Y aquí viene el error común: querer contentar a todos.
Cuando el proyecto empieza a ser visible, aparecen los que estaban desaparecidos. Los trolls. Los neutrales eternos. Los que “también quieren participar” pero no movieron un dedo cuando hacía falta remar. Y sí, también exigen “lo mismo que los demás”.
Y entre ellos, siempre hay algún comerciante que se apunta al tanto —aunque no hizo nada— y se hace la foto diciendo “yo estaba aquí”. Y normalmente, el político no es capaz de decir nada. Porque, claro, hay que quedar bien. Pero eso tiene un coste: desincentiva a quienes sí empujaron desde el principio.
Pues no. No puede ser.
No todo el mundo aporta igual, y no pasa nada por decirlo. La lógica de “tanto contribuyes, tanto recibes” debería estar en el corazón de cualquier estrategia seria.
En programas de emprendimiento lo vemos mucho: hay quien aprovecha cada recurso y quien solo aparece cuando ve que hay premios. Hay que saber distinguir entusiasmo real de oportunismo maquillado.
Epílogo (y aviso para navegantes)
Cada vez que lanzamos un proyecto, decidimos en qué cultura lo queremos enmarcar: ¿la del mínimo esfuerzo y máxima recompensa? ¿O la de la siembra paciente que genera raícesEsto va de gota malaya, no de fuegos artificiales.
El cambio empieza por unos pocos. Los que reman cuando aún no hay viento. Los que no necesitan foto. Y sí, merecen más que café con leche.
💬 ¿Tú en qué fase estás con tu proyecto? ¿Gota, mancha… o taza de café? Comparte si crees que más de uno debería leer esto antes de su próxima "implementación masiva".