Hubs, innovación abierta y el teatro de la colaboración
Últimamente escucho mucho la palabra “colaboración”. Pero al final colaboramos para echarnos una foto 😁
PROYECTOS


¿Colaborar o posar?
Últimamente escucho mucho la palabra “colaboración”. También “ecosistema”, “hub”, “innovación abierta”. Grandes palabras, sí. Pero no siempre reflejan grandes prácticas.
Llevo meses participando en proyectos y foros donde se habla de cómo conectar empresas, startups, instituciones… y cuando me llaman, voy. Comparto ideas, lanzo propuestas, formulo dudas. Y lo hago con honestidad: no tengo la verdad absoluta. Lo que digo puede estar equivocado. Pero al menos intento que esté pensado.
El problema es que, muchas veces, la colaboración se queda en el PowerPoint.
El espejismo del hub
Nos hemos acostumbrado a confundir la infraestructura con la estructura. Un edificio con logo chulo, café de especialidad y pantallas LED no es un hub. Un verdadero hub es un sistema que permite que distintos actores compartan datos, decisiones y objetivos, incluso si no comparten visión a corto plazo.
Un buen hub incomoda. Hace preguntas difíciles. Obliga a ceder parte del control. Y ahí es donde muchas iniciativas fallan. Seguimos jugando al “yo invito si yo decido”. Se abre la puerta… pero con condiciones tan rígidas que la innovación acaba asfixiada.
¿Quién tracciona a quién?
Otro punto que me tiene dándole vueltas a la cabeza: ¿qué significa ser una empresa tractora? ¿La que tiene músculo financiero? ¿O la que tiene capacidad real de activar el cambio?
Porque si algo estoy viendo es que muchas grandes organizaciones esperan que las pequeñas les traigan soluciones cerradas, validadas y sin riesgo. Y mientras tanto, las startups siguen empujando, pero desde fuera del edificio.
Si eso es innovación abierta, yo debo estar leyendo otro diccionario.
Barreras internas: cuando el freno está dentro de casa
Uno de los principales obstáculos que me encuentro, curiosamente, no viene de fuera. Viene del departamento de TI. Esa figura que, casi de forma automática, responde con un “eso ya lo estamos haciendo nosotros” a cualquier propuesta externa. Aunque no lo estén haciendo. O aunque lo que estén haciendo no funcione.
Esa actitud defensiva —a veces protectora, otras veces territorial— mata más innovación que la falta de presupuesto.
La teoría está sobrevalorada
Otro problema recurrente: muchos programas de innovación abierta están diseñados por consultoras que saben mucho de teoría… pero que han pisado poco barro. Equipos que hablan de agilidad, co-creación y diseño centrado en el usuario, pero no han tenido que desplegar una solución real con recursos limitados, métricas exigentes y usuarios de carne y hueso.
Lo siento, pero prefiero gente que hace cosas a gente que solo lee libros.
Tecnología: medio, no fin
Sí, la tecnología puede ser el pegamento. Plataformas que conectan, APIs que comparten, sistemas de datos abiertos... Todo suma. Pero siempre que se use con cabeza y propósito.
No necesitamos más herramientas. Necesitamos mejores reglas del juego.
La verdadera I.A. no es la inteligencia artificial
…es la innovación abierta.
Porque no hay algoritmo más potente que el que activa ideas entre personas que piensan distinto. No hay modelo predictivo que supere una conversación honesta entre quien conoce el problema y quien se atreve a proponer soluciones nuevas.
“Si todos están de acuerdo en una sala, probablemente no se está innovando nada. Solo se está repitiendo lo de siempre.”
Así que la próxima vez que escuches “IA” en una reunión, pregúntate:
¿Hablamos de inteligencia artificial… o de la innovación abierta que no nos atrevemos a poner en marcha?