La tienda como interfaz urbana, el comercio local es ciudad

Reflexionamos sobre la importancia del comercio local en la formación cultural de una localidad. Todos los agentes locales deben estar interconectados para asegurar un futuro próspero, donde una buena gestión del comercio es clave para el desarrollo de las ciudades.

COMERCIO

Raúl G. Serapio

5/13/20253 min read

Comercio local necesario para la ciudad
Comercio local necesario para la ciudad

Durante semanas estoy conversaciones profundas con FIEL, mi asistente de IA entrenado con decenas de horas de diálogo real con comerciantes, técnicos de comercio, concejales y asociaciones. De esas charlas —y de todo lo que no se dice pero se intuye— nace esta reflexión. Porque escuchar bien es el primer paso para rediseñar mejor.

Más que un escaparate. Un pulsómetro.

Según el último informe sobre comercio local en España, más de 450.000 negocios minoristas siguen operando, aportando en conjunto el 13% del PIB y generando más de 1,3 millones de empleos. A pesar de las dificultades, su peso estructural en la economía y en la cohesión social es indiscutible. Eso no se improvisa: se sostiene, se cuida y se conecta con el resto del ecosistema urbano.

Quien haya trabajado de cerca con el comercio local —no desde un PowerPoint, sino desde la calle— sabe que una tienda no es solo una un escaparate con una caja registradora. Es también termómetro económico, barómetro social y, muchas veces, refugio emocional de un barrio.

Los tenderos lo han visto todo: bonanzas, crisis, pandemias, planes urbanísticos que no llegan o que llegan tarde. Y aun así, muchos siguen ahí, aguantando. Adaptándose como pueden. Escuchando más que vendiendo.

No hablamos de nostalgia. Hablamos de inteligencia urbana. Porque durante años, las tiendas han sido el mejor sensor de cómo va una ciudad: si cierran, algo más se rompe. Si aguantan, algo sigue latiendo.

¿Y si dejamos de verlas como un problema?

Recordemos que durante la pandemia, se estimó que un 25% de los comercios locales en España podía desaparecer antes de terminar 2020. Y aún así, el pequeño comercio resistió, se "digitalizó" a contrarreloj y reinventó su manera de vender. Esta capacidad de adaptación no puede ignorarse: es una base sobre la que se puede construir, si se acompaña con visión y estrategia.

En vez de ver al comercio local como un sector en crisis permanente, ¿y si lo tratamos como lo que realmente es?
Una infraestructura estratégica. Una interfaz ciudadana. Un activo urbano de primer nivel.

La tienda es un nodo de conexión entre la vida digital y la física. Entre la persona y su entorno. Entre lo que pasa en una calle y las decisiones que se toman en un despacho. Por eso no basta con darle una web o lanzar una app. Hay que rediseñar su rol dentro del ecosistema urbano.

El error de ir por libre

La solución pasa por construir una visión de "una única ciudad". Una en la que cada acción —independientemente de la concejalía o del servicio que la impulse— esté orquestada y medida para mejorar el ecosistema ciudadano. Esto es algo que aprendí trabajando junto a Gerardo Sánchez Romero, desde ADN Urbano: sin esa mirada sistémica, los proyectos fragmentados tienden a estorbarse más que a sumar.Y para eso, hay que superar el modelo de proyectos estancos, donde cada concejalía hace su parte sin mirar al lado. Porque sin comercio no hay ciudad. Y sin comercio integrado en la estrategia local, la ciudad avanza a trompicones.

Lo vemos cada vez: urbanismo diseña sin comercio, cultura programa sin comercio, movilidad transforma sin contar con el impacto en tiendas. Resultado: desencuentros, descoordinación y oportunidades perdidas.

Gestión profesional, colaboración real

Ya lo desarrollé en otro artículo sobre el sentido de las asociaciones de comerciantes: el comercio local no puede sostenerse sobre estructuras voluntaristas, ni sobre modelos asociativos sin capacidad técnica ni estrategia compartida. Hace falta una gestión eficiente, con equipos profesionales y visión transversal. Que entiendan de datos, sí. Pero también de calle, de ritmos comerciales, de narrativas locales. Equipos que traduzcan la estrategia en acciones concretas, medibles y sostenibles.

Y sí, colaboración público-privada. Aunque, como dijo alguien en una charla reciente, “eso es muy difícil, porque el sector público y el privado no coinciden ni en los objetivos ni en los tiempos de ejecución”. Totalmente cierto. Pero por eso mismo hay que construir espacios intermedios de confianza, que sepan pilotar proyectos compartidos sin caer en la burocracia ni en la urgencia cortoplacista.

Pasos pequeños, visión larga

Como bien dice Celestino Martínez, el comercio no solo necesita apoyo. Necesita actualización. Pero sin dramatismos. No hablamos de grandes transformaciones imposibles, sino de pequeñas decisiones con visión larga. Lo creo firmemente: los grandes planes deben ejecutarse con acciones pequeñas, iterables y con mirada quirúrgica. Porque no todo sirve para todos. Y cuanto más complejo es el territorio, más necesario es adaptar cada intervención al contexto concreto.

Porque el futuro del comercio local no está en parecerse a Amazon. Está en hacer bien lo que Amazon no puede: generar confianza, tejer comunidad, dar sentido de lugar.

No rediseñamos tiendas. Rediseñamos ciudades. ¿Estamos entendiendo eso?