Formación en comercio: millones invertidos, impacto discutido
Entre 2020 y 2024 se han invertido más de 150 millones en formación para el comercio local. Los informes dicen que funciona; los comerciantes, que no tanto
COMERCIO


El punto de partida
Entre 2020 y 2024 se han invertido entre 150 y 200 millones de euros en programas de formación para el comercio local en España. Una cantidad nada menor.
El objetivo era modernizar al sector a través de la transformación digital: comercio electrónico, marketing online, herramientas de gestión tecnológica.
La promesa era clara: más competencias → más competitividad → más futuro para el pequeño comercio.
La narrativa oficial
Si abrimos los informes, encontramos datos positivos:
Miles de comerciantes han pasado por programas formativos en todo el país.
La digitalización ocupa casi el 100% de la agenda: desde cómo abrir una tienda online hasta cómo usar un CRM o vender en marketplaces.
Los resultados parecen avalar el esfuerzo: en 2024, un 38,1% de minoristas online declaró que más de la mitad de su facturación ya procedía de ese canal.
Desde el punto de vista institucional, se podría decir que la inversión ha funcionado.
La otra cara
Pero luego hablas con los protagonistas, los comerciantes de barrio que levantan la persiana cada mañana, y el tono cambia.
Las frases se repiten:
“Me formaron en redes sociales, pero sigo sin ver clientes nuevos.”
“El curso estaba bien, pero era demasiado teórico para mi negocio.”
“Terminó la formación, me dieron un diploma… y nunca más supe de nadie.”
La sensación es de brecha. Mientras los indicadores oficiales miden progreso, la experiencia cotidiana transmite frustración.
¿Oferta real o expediente?
Aquí aparece la pregunta incómoda:
¿La oferta formativa responde a lo que el comercio necesita, o simplemente se diseñan cursos para cubrir el expediente de la subvención?
No es la cantidad lo que falla, sino la pertinencia.
Y me explico: pertinencia no es un palabro académico, es simplemente que la formación encaje con lo que el comerciante realmente necesita.
Un curso es pertinente cuando ayuda a un zapatero a vender más zapatos, o a una librera a fidelizar clientes que entran por la puerta.
No lo es cuando el temario habla de “estrategias omnicanal avanzadas” a alguien que aún no tiene ni una web operativa.
La pertinencia es esa conexión directa entre lo que se enseña y lo que sirve en la práctica. Y ahí es donde estamos cojeando: mucho catálogo, poca utilidad.
El gran ausente: el seguimiento
Otro punto crítico es el después.
Acaba el curso, se cierran actas, se suman participantes a la estadística… y ahí termina todo.
¿Dónde está el seguimiento?
No hay trazabilidad sobre si lo aprendido se aplicó en el negocio.
No se mide el impacto en ventas o fidelización.
No existe acompañamiento práctico para transformar la teoría en acción.
El resultado: formación sin transferencia real.
Una propuesta provocadora
Imaginemos un libro de reputación de formadores, al estilo de TripAdvisor.
Comerciantes valorando utilidad, claridad y aplicación práctica.
Transparencia sobre qué cursos generan resultados y cuáles no.
Incentivos para que los formadores piensen menos en “cubrir horas” y más en dejar huella real.
Con eso, transformaríamos la formación de una caja negra a un sistema alineado con quienes viven y sienten el comercio real. Vamos que nos hace falta una pausa y un café
Diagnóstico
La formación ha aportado, sí. Los datos oficiales lo confirman.
Pero la realidad del día a día muestra tres grietas claras:
Desconexión entre oferta y necesidad. Abundan los cursos, falta pertinencia.
Ausencia de seguimiento. Se mide la asistencia, no el impacto real.
Poca exigencia a los formadores. Se premia cubrir horas, no transformar negocios.
El futuro no pasa por formar más, sino por formar mejor.
Por diseñar programas a partir de lo que el comerciante necesita, acompañarlos en la aplicación práctica y evaluar resultados como si estuviera en juego lo que realmente está: la supervivencia de nuestro comercio de proximidad.