Los robatiempos que son una app… son personas
¿Quién nos roba el tiempo de verdad? No es Instagram, ni el scroll infinito. Son médicos, notarios, asesores y juzgados que nos hacen esperar como si el tiempo ajeno valiera menos.


Se ve que me hago mayor. Me pasa como al jamón cuando ya le has dado la vuelta: cada loncha de tiempo empieza a saber diferente.
Lo noto en mi paciencia. O en su ausencia.
Y lo noto sobre todo en una cosa: ya no soporto a los robatiempos.
Pero no los de siempre, no los de las redes sociales ni las notificaciones ni el scroll infinito que nos tiene atrapados en el ciclo de dopamina.
No. Me refiero a los robatiempos que llevamos años normalizando, los que ni siquiera se consideran ladrones porque llevan bata blanca, toga o corbata.
El otro día tenía cita médica a las 9:00. La primera. Puntual, yo. Él apareció a las 9:20. Ni un "perdona el retraso", ni una explicación. Nada. Como si esos 20 minutos fueran parte del servicio. Como si esperar fuera un gesto de fe. Me callé hasta el final por no tensar el ambiente, pero al salir le dije lo que pensaba. Con calma. Pero sin filtro.
Y ojo, no es solo el médico. Me pasó también en un juzgado. Primera vez que voy a un acto de conciliación. Hora de la cita: 9:30. Le digo a mi abogado que tengo una reunión a las 11. Su respuesta: “En un juzgado sabes cuándo entras, pero no cuándo sales.”
Le faltó llamarme "joven padawan".
Y allí me ves, con mi carpeta, esperando como en un capítulo de The Office, pero sin gracia.
Tampoco se libra el notario. Ni el asesor. Te dan cita previa como si eso significara algo y luego te hacen esperar media hora porque “el anterior se alargó”. Ya, claro. Como siempre.
Y lo aceptamos. Lo damos por hecho. Lo tenemos tan interiorizado que parece que pedir puntualidad sea una falta de educación. ¿Pero por qué?
¿Por qué asumimos que su tiempo vale más que el nuestro?
¿Por qué ir al médico, al notario o al asesor viene con una penalización de minutos de vida?
Yo, que me meto en proyectos de automatización y de IA por pura pereza, por convicción firme en la ley del mínimo esfuerzo… no estoy dispuesto a regalar mi tiempo porque alguien crea que su agenda flota sobre la mía.
Ni siquiera la inteligencia artificial se permite ese lujo: si puede hacerte ahorrar 30 segundos, lo hace. Y sin excusas.
Así que no, no es por productividad. Es por respeto.
Y porque cada vez tengo más claro que el tiempo no se recupera ni se factura.
Ojalá en tu próxima vida se te acorten los minutos con el tiempo que le hiciste perder a otros en esta.
Y que llegues siempre a todo… con 20 minutos de retraso cósmico.
Mientras tanto, algunos seguimos cronometrando la paciencia.