Permeabilidad: el superpoder que nadie pide en LinkedIn (pero todos necesitamos)
Ser permeable no está de moda, pero es lo único que salva un proyecto. Sin permeabilidad, la innovación es postureo..
PROYECTOS


¿Se está poniendo de moda la palabra “permeabilidad”? Sí.
¿La entiendo igual que quienes la usan en los foros de innovación? No. Pero me gusta
Viene del latín permeabĭlis y, para la RAE, es "lo que puede ser penetrado o traspasado por el agua u otro fluido". O por opiniones ajenas, añaden. Vamos, que uno puede ser absorbente como una esponja… o impermeable como un paraguas nuevo de promoción bancaria. Yo lo traduzco a la vida real: ¿te dejas influir, cambias algo cuando escuchas o sigues igual aunque venga el tsunami?
Por si acaso algún gurú se pasa por aquí: sí, seguro que sobre esto hay diez mil libros, un par de TED Talks y algún podcast con música de ascensor. Igual hasta alguna consultora lo ha convertido en metodología registrada. Yo no. Esto es lo que me encuentro cuando salgo de la burbuja, lo que veo en las reuniones de verdad y lo que, con suerte o cabezonería, a veces me ha funcionado. Aquí, todo experiencia de campo, poca teoría y cero frases motivacionales con fondo de montaña.
Hace tiempo que reflexiono sobre mi propio grado de permeabilidad. No hablo de filtros de café ni de microplásticos: hablo de la capacidad real de escuchar, observar, analizar y (esto es clave) cambiar. Porque sí, se puede cambiar. Aunque nos lo vendan como un defecto.
Me paso la vida en proyectos de transformación digital. Y créeme, el mayor reto no es la tecnología ni los presupuestos. El problema es la resistencia a cualquier forma de “contaminación positiva” que implique hacer las cosas de otro modo. Cuando llegas a una organización y oyes el clásico “aquí siempre se ha hecho así”, ya puedes sacar el paraguas: esa empresa es impermeable. El proyecto, salvo milagro, caerá en el cementerio de las buenas ideas.
Querer IA, automatización o cualquier otra tecnología pero sin plantearte ni medio cambio es tirar el dinero y el tiempo. Magia, sí, pero del tipo "desaparece tu presupuesto y nadie sabe por qué". Así no hay transformación que sobreviva, ni consultor que te aguante el discurso.
La permeabilidad no se enseña, se practica
He mentorizado decenas de proyectos y emprendedores. Todos vienen con ilusión, algún excel y varias cabezonerías de serie. Pero si hay una constante en los que avanzan, es la permeabilidad. La capacidad de escuchar –de verdad– y de probar a hacer cosas distintas, aunque chirríen al principio.
Recuerdo especialmente un caso que me dejó pasmado: una startup con una impermeabilidad de campeonato. Todo lo sabían, todo lo cuestionaban. ¿El resultado? Tiempo perdido, aprendizaje cero, avance nulo. Y encima, el mentor (o sea, yo) acaba pareciendo el pesado del grupo. ¿Te suena?
La impermeabilidad es cómoda. No te desafía. Te protege del error, pero también del aprendizaje. Y el mundo real, lo siento, va de lo segundo.
Permeabilidad ≠ Debilidad
¿Ser permeable es ser débil? Al revés. Es el único modo de evolucionar sin volverte cínico. Es la diferencia entre el que adapta la vela y el que reza para que cambie el viento.
En las empresas que mejor funcionan –las que he visto de cerca, no en libros de management– la permeabilidad no es una “soft skill” de manual. Es parte de la cultura. Se escucha al nuevo, al cliente, al que viene de otro sector. Se prueba, se descarta, se ajusta. Y cuando sale mal, se reconoce.
Por cierto, esto no va de ser blando: una cosa es ser permeable, otra, dejarse arrastrar por cualquier moda o gurú de turno. Hay que filtrar, claro. Pero si no dejas pasar nada… acabas respirando aire viciado.
Y tú, ¿de qué material eres?
En un mundo que cambia más rápido que el algoritmo de LinkedIn, la impermeabilidad es el atajo perfecto al fracaso lento. Así que la próxima vez que alguien hable de transformación, pregúntale: “¿Eres realmente permeable o solo te sabes la palabra?”
O mejor aún: mírate al espejo y hazte la pregunta a ti mismo.
Porque sí, la permeabilidad está de moda. Y menos mal. Nos hace falta a todos.
¿Y tú? ¿Dónde has visto (o sufrido) la impermeabilidad en tu día a día?
¿Te atreves a mojarte… o prefieres quedarte en la orilla?
Inspirado por demasiados proyectos, alguna que otra reunión imposible y ese vicio raro de seguir aprendiendo cada día. 😜😜😜